La digitalización y la expansión del mundo en línea está transformando multitud de ámbitos, y el de la cultura no es una excepción. A las nuevas posibilidades que plantean los nuevos medios digitales y plataformas online, y a las —cada vez más completas y potentes— herramientas de software que están surgiendo, se une el hecho de una situación social que, a raíz de la crisis sanitaria que venimos viviendo, ha tenido que acomodarse a un contexto que ha obligado a replantear de manera profunda las formas de crear y consumir cultura.
Las compras en línea, los restaurantes sirviendo a domicilio, trabajadores haciendo su labor desde su casa, o desde cualquier parte del mundo utilizando una VPN, este último año ha sido una completa innovación en la forma de relacionarnos y la cultura no es ajena a todo ello.
El arte es sinónimo de innovación. Es la punta de lanza de lo que está por venir, tanto a nivel cultural e ideológico, como social. Esto explica por qué las formas de hacer arte, los estilos y los medios utilizados van cambiando de forma tan apreciable. La tecnología puede ser un aliado muy importante para aquellos artistas que quieran situarse a la vanguardia y ofrecer obras y espectáculos adaptados a las circunstancias de hoy.
Durante el periodo de confinamiento fuimos testigos de un auténtico cambio de paradigma (o más bien una aceleración inusual de las tendencias que empezaban a despegar) en lo que utilización de los medios y herramientas digitales se refiere. En el mundo de la cultura esto se notó de manera especialmente destacada ya que ha sido uno de los ámbitos que más afectado se ha visto por las restricciones y los cambios de mentalidad que ha provocado la pandemia.
En un contexto en el que los espectáculos presenciales estaban (y en ocasiones siguen estando) severamente restringidos —si no prohibidos—, los artistas han tenido que inventarse nuevas formas de llegar al público. Internet ha sido una de ellas: una que ha permitido que no se rompiera por completo el vínculo entre los que ofrecen y los que consumen una cultura que, más que nunca, es muy necesaria.
¿Cuántas veces durante el último año hemos abierto nuestras cuentas en redes sociales y hemos visto que está a punto de empezar un show en directo, o hemos recibido un mensaje de un amigo que nos cuenta que alguien ofrece un espectáculo en formato digital, o hemos visto en la prensa digital que algún artista ofrece su arte a través de la pantalla? Así es, muchas. El traslado al ámbito online de innumerables espectáculos, obras de teatro, conciertos, ensayos y demás dinámicas creativas ha marcado la tendencia del mundo del arte en los últimos tiempos. Esto plantea una serie de retos, ya que se trata de un formato con el que, tanto público como artista, no está aún del todo familiarizado. Por otro lado, se trata de un modo de crear y compartir creatividad que abre la puerta a todo un mundo de posibilidades, y a un alcance mucho mayor.
A medida que las circunstancias relacionadas con la pandemia se van suavizando, los espectáculos presenciales empiezan a volver. Pero no lo hacen ni de lejos al ritmo anterior a la pandemia, ni ofrecen las mismas posibilidades en relación a cuestiones como el aforo como antes. Es pronto para decir si los espectáculos en línea son o no el futuro de la cultura. Lo que sí que está claro es que, a partir de ahora, serán parte integral de la misma.